07 de Mayo de 2016
Palmas. Un aplauso caluroso a la propuesta municipal sobre el futuro del Mercado de Legazpi, hecha pública en una rueda de prensa celebrada el pasado 2 de marzo con la participación de Ignacio Murgui, Concejal de Coordinación Territorial y Asociaciones, José Manuel Calvo, Concejal de Desarrollo Urbano Sostenible, Carlos Sánchez Mato, Concejal de Economía y Hacienda, y Rommy Arce, Concejala Presidenta del Distrito de Arganzuela. Una rueda de prensa abierta al público y apoyada en la proyección de un vídeo en el que se mostraban los primeros esquemas de la previsible rehabilitación del edifico actual, de la gran manzana triangular. Unos planos acompañados de un conjunto de cifras que cuantificaban las superficies dedicadas a cada uno de los usos posibles, señalando su ubicación en el edificio una vez rehabilitado. Una documentación con la que se ofrece a los ciudadanos una base concreta e inteligible que permite una participación eficaz. Declaraciones que se concretan en la nota de prensa subsiguiente, de la que me parece oportuno señalar algunos párrafos.
Ya en su encabezamiento se afirma que el Mercado de Legazpi será “un gran centro dotacional público, con equipamientos para el barrio y para toda la ciudad y espacio para oficinas municipales”, cerrando así cualquier tentación privatizadora. Un cambio radical frente a las políticas mantenidas durante años por los ayuntamientos del PP. Un compromiso que se hace más firme cuando en la citada rueda de prensa el Concejal de Economía y Hacienda declara ante periodistas y ciudadanos su compromiso para promover un cambio de calificación del triángulo junto a la plaza de Legazpi, definiéndolo como un suelo dotacional público y no como terciario de iniciativa privada, como figura hasta hoy. Toda una concreción de una nueva política urbana en la que prima el interés ciudadano frente al poderoso mercado. Todo ello acompañado de un proceso de participación pública, que se extenderá desde el mes de marzo hasta septiembre de 2016, para “recoger las propuestas y mejoras” sugeridas por los distintos colectivos ciudadanos.
Este simple hecho ya tiene un significado político destacado, en el que se define y compromete públicamente cuál es el entendimiento de este gran conjunto edificado y su futura función en la ciudad. Una buena noticia que merece un entusiasta apoyo.
En arquitectura el concepto de estructura no se refiere solo a los pilares y las vigas, sino a la composición de un edificio, a la relación entre sus plenos y vacíos, a la forma en que se articulan los distintos componentes del mismo
Pitos. Por el contrario, el proyecto arquitectónico presentado por el ayuntamiento está equivocado y es rechazable por distintas razones, que intentaré exponer muy brevemente, solo en aquellos aspectos que considero significativos.
Un proyecto equivocado que nace de un mal entendimiento tanto del edificio y su potencial como pieza urbana, como de lo que significa la protección estructural desde un punto de vista normativo y, sobre todo, cultural.
En un artículo anterior, redactado junto a Sergio Martín Blas y Gabriel Carrascal afirmábamos que el Mercado de Legazpi es un edifico con vocación de ciudad por su tamaño, forma y localización en la trama urbana de Madrid, capaz de albergar una mezcla de actividades al servicio de los madrileños y de los vecinos de Arganzuela, respondiendo a las demandas y aspiraciones tanto de las instituciones públicas como de las organizaciones ciudadanas, con vocación de autogestión. Lectura no compartida, al parecer, por los técnicos y responsables políticos del ayuntamiento, que solo han visto en él su capacidad de servir de almacén en el que amontonar servicios municipales, equipamientos públicos y espacios para actividades vecinales colmatando su cabida, forzando hasta el límite su capacidad de acogida, olvidando el respeto a las normas compositivas de este gran edificio, anulando su alto valor patrimonial.
Cuando se quiere rehabilitar un edificio, al que se le otorga un valor patrimonial importante, con la finalidad de acoger nuevos usos muy distintos a los que justificaron su construcción, hay que medir, como primer paso, su capacidad de acogida: qué y cuánto puede albergar el actual edificio sin perder sus valores arquitectónicos. Y no forzar su forma, dimensiones y composición con usos que por su carácter y magnitud alterarían las características más significativas del edificio rehabilitado. En caso de falta de coherencia entre los nuevos usos que se quieren introducir y la capacidad de acogida del edificio, deben ser dichos usos los que se revisen, tanto en su contenido como en su dimensión, y no al revés. Si para albergar a dos mil funcionarios hay que alterar el Mercado de Legazpi en su estructura y composición, invadiendo al mismo tiempo el espacio central, deberá invertirse el proceso, partiendo de la capacidad de acogida de este edificio y reconsiderando el número de funcionarios que puede albergar junto con los otros usos asimilables a equipamientos públicos y actividades vecinales.
Esta miopía ha conducido a los redactores de esta primera propuesta a despreciar el primordial valor del gran espacio del vacío central, formado por la suma de dos patios que se engarzan en una secuencia espacial que discurre desde la plaza de Legazpi hasta el Manzanares. Un vacío que se ofrece como ámbito adecuado para consolidar una nueva plaza pública abierta a los ciudadanos las veinticuatro horas del día y que sirva tanto como lugar de estancia y convivencia, como de tránsito que una la ciudad con el gran parque denominado Madrid Río. O, a la inversa, que haga penetrar este parque hasta el corazón del tejido urbano consolidado.
Se olvidan las cualidades de este gran vacío y se empobrece su futuro incrustando en él un torpe artefacto pretendidamente moderno, solo justificado para incrementar los metros cuadrados necesarios para albergar a dos mil funcionarios municipales. Una “planta moderna, dinamizada por la oblicuidad”, ocupando el “patio desproporcionado” (???).
Este atentado arquitectónico se pretende justificar argumentando que esta intervención respeta el nivel de protección estructural que establece el Plan General de 1997 para todo el conjunto. Una interpretación equivocada, ya que en el artículo Artículo 4.3.4, apartado 2 (Edificios con nivel 2 de protección) la protección estructural se otorga a aquellos edificios “con valores suficientes para merecer la conservación, tanto de su volumetría como de sus elementos arquitectónicos más destacados”. Y en el Mercado de Legazpi el vacío central es parte fundamental de la estructura compositiva del conjunto. Pero no haría falta recurrir a la normativa, siendo suficiente un lectura mínimamente culta para entender que en arquitectura el concepto de estructura no se refiere solo a los pilares y las vigas, sino a la composición de un edificio, a la relación entre sus plenos y vacíos, a la forma en que se articulan los distintos componentes del mismo. En nuestro caso, el patio central es pieza básica en la configuración del edifico y, por tanto, debe permanecer como tal. Está protegido.
No es bueno en democracia confundir a los ciudadanos ofreciéndoles una terraza con “macetas” como si fuese una plaza pública, como se pretende en este caso
Por último. No es bueno en democracia confundir a los ciudadanos ofreciéndoles una terraza con “macetas” como si fuese una plaza pública, como se pretende en este caso. Una terraza ajardinada a la que se accede, desde la plaza de Legazpi, por una rampa disuasoria para conectar con Madrid Río a través de un raquítico agujero en las alturas. Tampoco es aceptable hablar de espacios arbolados refiriéndose a unos pozos triangulares que sólo sirven como patios de luces para las dependencias municipales que se pretende instalar en la planta baja. Y menos, camuflar este torpe diseño con nombres como “bosques” con “árboles de gran porte” plantados sobre la cubierta de un aparcamiento, igualmente equivocado.
Sin duda sería mucho más culto y enriquecedor para la ciudad construir una plaza arbolada, apoyada sobre el terreno natural, que se extienda hasta Madrid Río a través de un gran espacio porticado en la planta baja del ala lindante con el Manzanares. Si así fuese, parece lógico que los locales que se localicen en la planta baja estén destinados a actividades con una gran presencia a lo largo del día y parte de la noche, para garantizar la vida urbana en esta plaza y ayudar a su vigilancia y seguridad a lo largo de todo el año. No parece lo más adecuado ubicar unas instalaciones administrativas, con horario de cierre a las 3 de la tarde, más los días festivos y vacacionales. Cerradas las oficinas y apagadas las luces, sólo quedarían unos huecos oscuros y sin habitantes, lo que generaría un perímetro muerto y poco atractivo, por no decir hostil.
Aplaudir la política urbana propuesta por el ayuntamiento para este edificio no me impide, como profesional, formular una crítica dura frente al proyecto arquitectónico que se propone para su rehabilitación.
Sería lamentable que un buen proyecto político se devaluase por un mal proyecto de arquitectura.
Eduardo Mangada
Arquitecto. Socio del Club de Debates Urbanos
ver artículo en nuevatribuna.es