El pasado 25 de Mayo reunimos entorno a EVA a un prestigioso grupo de expertos en Patrimonio Industrial que analizaron y aportaron su valiosa visión sobre los planes que de transformación que el Ayuntamiento plantea para el Mercado de Legazpi. Los siguientes post recogen un resumen de las intervenciones de cada uno de ellos y ellas y pretenden aportar conocimiento y contexto a una de nuestras principales reivindicaciones: la preservación de patrimonio de este espacio singular y único.
Sergio Martín Blas comenzó hablando del edificio del Mercado de Frutas y Verduras de Legazpi, remontándose a sus primeros años de historia, destacando en primer lugar su privilegiada situación, en la intersección de dos ejes importantes de la ciudad: el Paseo de las Delicias y el río Manzanares (hoy Madrid Río). Su emplazamiento, en el barrio de Legazpi, dentro del distrito de Arganzuela, además de las connotaciones históricas y sociales que conlleva a la vista del pasado industrial de la zona, obliga a pensar sus usos en clave urbana en relación con el barrio fundamentalmente pero también con el resto de la ciudad, siendo necesario un estudio de impacto de los futuros usos del mercado en el barrio.
El edificio del mercado se integra originariamente en el mismo conjunto de infraestructuras que el Matadero, pues se construye en los años 30 como parte de un proyecto de diseño de mercados y mataderos municipales y que en este caso incluía las edificaciones de ambos lados de puente de la Princesa: Mercado de Frutas y Verduras y Matadero.
Sergio Martín Blas destaca esta cuestión como un aspecto importante dada la tendencia a olvidar la evolución que representa en cuanto al tipo de arquitectura que observamos en los edificios que componen el complejo de Matadero. Esta evolución tiene que ver con el trabajo del arquitecto Francisco Javier Ferrero, quien trabajó en las últimas fases de la construcción del complejo de Matadero. Ferrero plantea un salto a nivel de escala y de evolución arquitectónica, pero sin perder la continuidad con la edificación del Matadero, continuidad que mantiene en los materiales (hormigón y ladrillo), la estructuración del edificio alrededor de una calle y de la aparición de elementos intermedios entre el Matadero y el Mercado, como el lenguaje de repetición de elementos estructurales. Estos pasos intermedios son de vital importancia porque ayudan a entender la evolución de la arquitectura entre lo neomudéjar y lo moderno.
Una de las características más significativas del Mercado es que, en palabras de Sergio Martín Blas, el edificio respira hacia el cielo a través de su calle central y los vanos de comunicación que el arquitecto Ferrero establece entre ambas plantas, de forma que se ilumina y ventila a través de la calle abierta que recorre todo el edificio.
Pero el edificio destaca especialmente en sus singularidades, como por ejemplo las esquinas que dan hacia el río, donde se establecen la continuidad a través del propio giro de la estructura, dando lugar a unos pabellones poliédricos. Estas continuidades de la calle se ensanchan en sus finales y sus curvas, convirtiéndose en auténticas plazas abiertas de encuentro en la planta alta. Estos finales se producen junto a la parte más singular del edificio que es su punto más estrecho, el que da a la Plaza de Legazpi, donde el edificio se descompone tanto en planta como en sección, perdiendo altura y estrechándose para abrirse a la ciudad mediante espacios abiertos sucesivos: un primer patio más pequeño de relación con el viandante y uno posterior más amplio donde se organizaba el propio mercado. Esta secuencia está además marcada por la pasarela de conexión entre las dos alas, una estructura singular que enmarca la plaza central casi como la embocadura de un escenario.
Todo esto hace que sea un edificio con vocación urbana, un edificio-ciudad, con calles y plazas, lo que ha permitido la permanencia del edificio en el tiempo, pues ha posibilitado varios usos. Unos usos por otra parte no siempre muy afortunados y que han desfigurado el edificio, si bien las modificaciones y reformas realizadas hasta la fecha no son irreversibles y permiten rescatar el edificio como patrimonio industrial arquitectónico. La intervención de Sergio Martín Blas finaliza planteando si el proyecto presentado por el Ayuntamiento de Madrid incluye alteraciones que comprometen la volumetría del edificio, sus materiales y en definitiva su identidad. Y en caso de ser así, si debe permitirse.